El corazón humano arde de avaricia y miserable afán; hay palabras y fórmulas para calmar este sufrimiento y para curar, por lo menos en parte, este mal. Te inflas de vanidad: hay ciertas expiaciones que pueden revivirte si lees cabalmente tres veces cierto libro. El envidioso, el iracundo, el indolente, el ebrio, el sensual ninguno es tan salvaje que no pueda ser domesticado, siempre que tenga la paciencia de dedicarse a aprender.
Horacio
Horacio
la obra
La maldad siempre ha tenido un atractivo especial para el hombre, y el dolor también. La maldad y el dolor han tenido que ser explicados y justificados para poder convivir con ellos sin que la angustia sea excesiva, para poder contenerlos en unos límites que nos parezcan tolerables. Si de alguna forma podemos comprender, es decir, controlar el mal y el dolor estamos más tranquilos.Por eso las sociedades han tratado de nombrarlo de tal manera que sea posible hablar de ello dentro de un orden. Hoy no hablamos tanto de pecados si no más bien de patologías, al mal de la conciencia aplicamos el lenguaje de la medicina, y al hacerlo rescatamos el sentido original de la palabra pecado que venía quedando casi olvidada tras la contaminación de la noción de mal como disfunción con la de mal como maldad. La perspectiva psi nos ha invitado a pensar no tanto en maldades o conductas destructivas como en disfunciones, confusiones o desviaciones de los impulsos. La diferencia entre pecados y patologías residiría en el locus de la responsabilidad: en tanto que «pecado» acusa, responsabilizando al individuo, «patología» responsabiliza de otra manera, haciendo conciente el lugar propio en ese exceso. Mientras que la fe clausura la razón se pregunta, se cuestiona. Si se dice: es un envidioso, es un avaro, es un soberbio, sus conductas y también sus sentimientos estarán claros para los demás, sabrán a que atenerse, queda el consuelo de que pagará por ello con la condena eterna si no se arrepiente y rectifica. Si decimos es un Paranoico, un Compulsivo, un Narcisista, podemos justificar y comprender algunas conductas y además esperar la intervención del profesional de la Salud que “cura" (rá) este tipo de trastornos. La religión católica propone, arrepentimiento, propósito de enmienda y penitencia para quedar limpio de pecado. La psiquiatría, el psicoanálisis ofrecen su ayuda a través de técnicas psicoterapéuticas, psicofármacos, palabras.. Pero, de cualquier manera, los hombres y las mujeres que exhiben un Trastorno de Personalidad al igual que los etiquetados como pecadores según los criterios de la moral cristiana, siguen siendo personas que se debaten entre los imprecisos límites del bien y el mal, haciendo grandes esfuerzos para adaptarse a un mundo que no entienden ni los entiende, al que culpan de todas sus desdichas y, en consecuencia, en el que no pueden dejar de sufrir . Este es el mundo en el que habitan los personajes de Tangos Capitales. Un impreciso universo con límites no tan claros entre bien y mal, justos y pecadores. Un ámbito religioso donde la jerarquía, el poder es ejercido por mujeres a quienes les es dado el atributo de llevar adelante la liturgia en todo su proceso, confesión, comunión, eucaristía, penitencias, responsos y sermones .
martes, 22 de septiembre de 2009
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